Retórica de
probabilidades
¿Qué haces, Sócrates, cuando el instinto te insta a huir y
la conciencia te urge a quedarte?
¿Y cuando es al revés?
¿Y si llegas tan al fondo que te ahogas entre los matices, y
se pierde el sentido en tus preguntas, y se escapa tu percepción a la carrera?
Para decirte lo que quieres con la seguridad que necesitas,
tendría que explorar el cosmos entrópico de mi cerebro, y las miles de
realidades encubiertas por mantos de invisibilidad y mantas de incertidumbre.
¿Esperarías una vida?
Porque eso es lo que tarda mi respuesta.
No hay destino, ni perfección, ni fórmula matemática de los
ajustes que deben hacer dos corazones cambiantes para disfrutar de un instante
de armonía.
¿Cómo voy a predecir si chocaremos o nos deslizaremos en cada
giro, si no veo nuestros difusos límites?
¿Mi intención de quererte es suficiente?
Desde las matemáticas que pides, no. Me enseñaste a decir no
lo sé. Pues bien, de las dos mareas que llevan todo el día intentando devorarme
desde dentro, ¿a cuál le quito las cadenas? Yo solo, no lo sé. Solo sé que no
sé nada más que tú, y que te necesito para saber que te quiero.
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