jueves, 21 de noviembre de 2019

A la sombra de la luna

Dame refugio esta noche de lluvia, Que llevo demasiados días Caminando errante bajo el sol, Pateando el polvo de senderos sin alma. Dame el bálsamo de tus labios en flor, Regálame el néctar que libas en mi lengua. La tenue llamarada que atronador mi pecho, El dulce sabor que danza con furia en tu piel. Escóndeme en tus manos solo esta noche, Que el crepúsculo voraz aúlla tras mis huellas, Siguiendo mi rastro en el aire como fiera en celo. Que yo solo quiero embarcar al alba Con el Rocío de tu fragancia cubriendo mi cuerpo, Tibios mis huesos en la fría mañana, Y dejar al sol dormido contigo en la cama. Ámame esta noche en un agujero del tiempo. 19/11/19

miércoles, 23 de octubre de 2019

Llovizna de Octubre

Un soplo de viento rasgando el Otoño, una brisa suave barriendo los fantasmas. Así vuelves a mi vida, como una sonrisa, revolviendo la poesía que agoniza en mi alma. Si a tu paso quiebras mis telarañas, forzando tu propia senda en mi cielo gris; y si al sobrevolar mi vida te haces hueco; un ave de paso, cortando los nubarrones; tu cabello, de color del sol que huye, será luz que alumbre mi camino a la Muerte. Cómo no adorar tus más ínfimos detalles, si en la paleta de mis colores destellas como una rosa de sangre en la lluvia. Los pétalos de mi cordura van cayendo a tus pies. Quizás cuando lluevas, arrases mi alma mustia, y me arrastres calle abajo, lejos del eco de mi pasado. 23/10/14 ArGoS

sábado, 27 de julio de 2019

El puerto sin mar

Un día, de repente, caló la piel (y el papel). Un día cualquiera, un día más, Madrid llegó a mi corazón rugiendo. Madrid se convirtió en mi puerto. Un día, Madrid me pareció una madre, olvidada en las brumas del recuerdo. Y yo, navegante lejos del hogar, vagabundo errante, estando dentro. Una compañera leal, guardiana de mis secretos, pasiones y desdichas. Una amante silenciosa. Corríamos con la luna aventuras sin mochila, rutinas a fuego de mechero. Ese día te extrañé, ciudad con alma. Gris y ruidosa a la luz del día, vulgar y bulliciosa. Hermosa al desnudarte de sol, con tus noches de luces bohemias, de alegrías comprimidas en el arrebato de arte que son tus calles. Ahora seré extranjero en tu casa, y serán regalos las virtudes que despachas con ingenua ternura a tu familia. Ahora te saborearé lentamente en la alcoba de tus plazas, y fumaré el humo de tu estilo barroco, sobrecargado (Mil detalles juntos, creando las sombras donde me escondía, entre líneas, bajo tus faldas de mediodías). Madrid amante, lejana e hiriente. Sencilla y amable con tu gente, déjame ahora ganarme tu favor. Ciudad y poesía. Puerto y madre. Refugio del caminante herido. 17/07/15 ArGoS

Patrona de las causas perdidas

Muerte, antítesis absoluta, epitafio del dolor, posdata vacía. Fin de todos los juegos y trucos, cartas que no vale la pena apostar. Silencio opresivo, negrura total, parálisis completa, congelación. No todo es belleza en tus líneas purpúreas, llenas de promesas de descarceración, nulas las esperanzas de volver a despertar. Fantasía de un nuevo comienzo, de librarme de mí, de probar tu sabor, de tirarme roto, desmadejado, a la basura, y olvidarme, deshacerme en cenizas, arruinarme. El castigo del Edén es así para todos, ¿quiero asumirlo como mío?¿y si no quiero luchar? Sean héroes los demás, en su adúltera adultez ejemplos de moralidad, conciencia de madurez. ¿Quién va a juzgarme por renacer o morir, apostarlo todo al misterio de los tiempos, y sumergirme en los ecos de mi libertad? ¿Infierno?¿quién se esforzaría en castigarme? La luz no me sacia, el calor me abruma, las lágrimas me retuercen y soy mi propio enemigo. Soy una carcajada del destino, algo nacido para destruirse en el sadismo de la eternidad. Un residuo genético, una pequeña catástrofe, el eslabón débil, polvo. Un nido de culpa, un pájaro de fuego, calor consumiéndose en el esfuerzo de alumbrar, mártir de mí mismo. Muerte, no me confundas, mi cuerpo te rehuye como siempre, pero hasta cuándo… tu paciencia es infinita. El caos orquesta, despótico, la destrucción progresiva de mi espíritu, encarcelado en un toro de metal ardiendo. Sálvame, Muerte, quiero otra oportunidad. Estos monstruos son todo lo que queda, Y a Lucifer pongo por testigo, que besaré tus labios helados de sirena antes de tocar fondo, Muerte. Entra el aire y sale de mí, el pecho bombea furioso, y en algún momento, repentino, todo se quedará petrificado. 26/07/14 ArGoS

sábado, 29 de junio de 2019

Velero en tus labios

Paseo con tu fantasma,
Siempre me lleva hacia el mar.
Por las calles soleadas,
laureadas de clavel y de jazmín.
Amapolas en tu talle,
al latir mi sangre, baila feliz.

Quizá inspires a las flores
y te llamen Primavera
por las calles de Jaén.

Me despiertas.
Sacas de mí misterio, palmas y noche;
Osado ciervo, poesía y magia.

Poderío de la luna
que refleja sobre un charco
siendo alfombra para ti.
Y pisas, taconeas, rompes
reflejos, falsas verdades.
Y con tu alma, que es toda fuerza,
soplas mi cuerpo y echó a volar.

Velero en tus labios salados
de mar y libertad.

5/4/19

Colmenar Viejo

Bohemia IV (Colmenar Viejo)
Caminando en el brumoso amanecer,
en medio de una colmena humana
que pinta con trazos descuidados de paz
las paredes desgastadas por los niños.
Colores que derrochan vida por los cuatro costados.
Mi espíritu renace, en este día tímido y tembloroso,
con la fuerza misma que anuncia el incipiente amanecer,
volviendo a ser uno conmigo mismo, 
soñando trenes viajeros del presente.
Un caminante sin prisa amaneciendo en Colmenar,
con rumbo cuestionable, pero la brújula más segura que nunca.
Al fondo, entre bostezos, buenos días, Madrid.
Son horas robadas, en las que los guardianes aún no han abierto los ojos,
y el mundo, despistado, te da la espalda para terminar de vestirse.
Todavía no es momento de demostrar nada.
Son horas en la sombra del tiempo,
cuando las prohibiciones aún no han amanecido,
y las cámaras de seguridad están cambiando el turno.
Estas horas contienen la esencia del mundo, 
que ya vuelve a engranar su ritmo habitual.
Buenas noches, ciudad de los sueños.
ArGoS 27.5.14

Reencarnación en Júpiter

REENCARNACIÓN EN JÚPITER

Asustado, me busco, y al cerrar los ojos solo encuentro una espiral de sombras, bailando vertiginosas un ritmo que desconozco. Sacudo los hombros, y caen al suelo montones de garrapatas disfrazadas de importancia, que revientan al caer, llenándome de sangre.

Levanto los ojos a las estrellas, su brillo me lleva lejos de tanto sinsentido, de tantas palabras vacías y tantos gestos viciados. De tantas rutinas en ruinas y de tantas acciones inertes, llevadas por control remoto. Siento odio hacia toda la humanidad y hacia mí mismo, odio hacia todas nuestras mentiras, nuestros teatrillos baratos y nuestras búsquedas cargadas de ansiedad, prisas, empachos, ojos nerviosos, de rata, buscando qué robar, no por necesidad, sino por hacer dependiente a cualquier otro. Seguimos buscando a quién y a qué engancharnos, pisoteando lo que sea necesario con tal de ser necesitados por alguien, y en cuanto sentimos ese lazo mínimo, nos hinchamos, como sanguijuelas, con la sangre ajena, y despreciamos a nuestros iguales.

Solo por un día me gustaría ser normal, preferir una oficina calentita al frío de la calle, encontrarme a gusto entre las miserias absurdas que llenan las vidas a mi alrededor, dejarme hipnotizar por la publicidad, por los valores vendidos, por los estereotipos de series idiotizadas, dejarme vender como uno más, encontrarme a gusto entre la gente. Estar orgulloso de las cadenas con que me poseen mis posesiones, tener metas tan altas como comprar un reloj caro (un tirano revestido de oro, unas esposas engarzadas con diamantes). Cambiar el color de mi correa, o de mi corbata, coleccionarlas y presumir de que puedo llevarlas porque soy importante. Sentirme contento por ocupar el día entero fingiendo utilidad, llevando a cabo un trabajo que no da de comer ni de vestir a nadie, una labor por la que nadie sonríe, un cometido virtual, irreal, seco, vacío, para poder después enganchar mis sueños a un suntuoso y enorme televisor, dueño y señor de mi casa, cuyo número de pulgadas conozca mejor que mi edad.

Mi enfermedad es una fiebre de salvajismo, el anhelo de correr por la montaña bajo una luna de plata y unas estrellas infinitas, el deseo de perderme en las inclemencias del clima y querer escapar de este mundo pintado al gusto del consumidor; mi mal son las ganas de perder el control, de soltar los arreos que intentamos poner al día a día para que no sorprenda a nuestros débiles corazones ninguna novedad. El mayor síntoma de mi dolencia, es ser hereje de la comodidad, base y diosa de esta sociedad, y preferir la dureza de la piedra bajo mis manos, que la suavidad asfixiante de un mullido sofá. Tanta dulzura va a colapsar mis arterias. Quizás mi espíritu errante y despistado, erró al disfrazarse de humano en un mundo enfermo, alejado de sus propios orígenes, contaminado por el veneno que le intoxica mientras persigue un ideal de felicidad efímero, artificial, esclavo de las cadenas de televisión que lo anuncian.