SUEÑOS EN LA CUERDA FLOJA
Y cuando el contexto vuelve a amanecer, yo ya me he ido.
Cuando el equilibrio se equilibra, me pilla torcido y jorobado, o quizás solo
me pilla por sorpresa, pero el caso es que no recuerdo como respirar la paz
eterna de la cuerda floja, y los gritos de los focos me desvelan en el momento
de dar el siguiente paso, mordiéndome a ciegas.
Soy movimiento, y no quiero acunarme en la protección de tu
red cuando salto, sino tu confianza, ese guiño a escondidas, que carga de
electricidad mis piernas para impulsarme al vacío, tratando de volar. No creo
en la muerte. Al menos, en la mía.
En caso de que chocara con el fondo, aplausos y a reírse,
que en el circo de mis días prohibí la entrada a las lágrimas que me encadenan
al suelo para ofrecerme indefenso al enorme monstruo gris de la rutina.
Mis heridas necesitan sonrisas, disfraces que me hagan
invulnerable, no tiritas que me invaliden, exorcizando a mis sueños de mi
futuro, escupiéndome a una mediocre realidad.
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