Bohemia III
Tú fumabas
acodada en la pequeña terraza,
con el gris azulado del amanecer
bostezando su neblina fina ante tus ojos,
que se perdían en un mundo inalcanzable,
mientras el humo de un cigarrillo
trepaba, azaroso, por tu hombro desnudo,
y la colilla se consumía sin prisa en tu mano,
único signo de que el tiempo existía.
Yo salía al caluroso amanecer sin sol,
y me apoyaba en la baranda, en silencio,
esperando ver, a tu lado, cómo despertaba el día.
Tu conciencia me aceptaba con naturalidad,
no como a una interrupción molesta, ni como
algo extraordinario a lo que prestar atención,
sino como a un igual, como a un eterno compañero,
y el tiempo consumía, parsimonioso, tu cigarrillo,
mientras nuestros brazos apenas se rozaban,
y nuestros pensamientos se enredaban en las nubes,
confiados, y consolados por la mutua compañía.
5/3/12 ArGoS
con el gris azulado del amanecer
bostezando su neblina fina ante tus ojos,
que se perdían en un mundo inalcanzable,
mientras el humo de un cigarrillo
trepaba, azaroso, por tu hombro desnudo,
y la colilla se consumía sin prisa en tu mano,
único signo de que el tiempo existía.
Yo salía al caluroso amanecer sin sol,
y me apoyaba en la baranda, en silencio,
esperando ver, a tu lado, cómo despertaba el día.
Tu conciencia me aceptaba con naturalidad,
no como a una interrupción molesta, ni como
algo extraordinario a lo que prestar atención,
sino como a un igual, como a un eterno compañero,
y el tiempo consumía, parsimonioso, tu cigarrillo,
mientras nuestros brazos apenas se rozaban,
y nuestros pensamientos se enredaban en las nubes,
confiados, y consolados por la mutua compañía.
5/3/12 ArGoS
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