Afluentes
Una
saeta se abre paso hacia mi pecho,
y
en la cuneta de mi insomnio
rompen,
rojos, los demonios
que
con alas revoltosas ocultan mi lecho.
Si
supiera qué has hecho.
Cómo
me olvido de mí
cuando
al fin me conozco confeso,
con
botas ensangrentadas
y
la espada enterrada
en
tu cuerpo maltrecho.
Si
el antifaz de mis misterios a tus pies he arrojado
y
el sombrero de mis delirios ha besado tu compañía,
cómo
tan fría se encuentra mi alma,
mi
noche, de blanco y negro vestida
y
mis pasiones, helechos ardiendo,
deshechos
de amarga ironía,
deshojándose
en mi lengua, poeta de sequía.
¿Y
si lo más preocupante es mi desvelo muriendo,
cuando
el sueño vuela al hombre que anhelo,
que
pervive en mi memoria olfateando, siguiendo
tu
rastro de polvo de estrellas esparcido por el cielo?
Si
el infeliz poema desgarrado,
si
el acto noctámbulo inconfesable,
si
el placer doliendo el dolor que place,
si
el vagabundear en los ríos del pasado.
Si
esta etapa es más plena y más gris,
y
si mis penas se ocultan en raciocinios secos,
¿dónde
humedecer el cáliz de mis alegrías
y
el sangrar de mis desconsuelos?
1.5.14
ArGoS
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