Buscábamos, desesperados, nuestra perdición
en un huracán de sábanas y eslabones,
y encontramos tantos senderos de libertad
como nuestras mentes pervertidas y viciosas,
retorcidas, pudieron imaginar.
Queríamos morir desangrados
en el altar de nuestros sueños,
y terminamos postrados a los pies
de todas nuestras más viles fantasías,
enseñando a nuestros rezos a besar.
Me convertiste en Nemo, te transformé en Kiria,
y viviendo a la sombra del día,
descubrimos el rincón donde pernocta el tiempo,
y escapamos de su mirada perenne
hasta desesperar de hambre y sueño.
Descubrí al hundirme que mis alas no tenían miedo,
y que bebiendo tu néctar milagroso, podía volar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario