jueves, 19 de noviembre de 2015

Improvisando un día


Nieva, y la calle recoge agradecida la luz que amanece. Hoy, que amanece. Esta luz tímida, que solo se deja entrever cuando cree que nadie mira. Salto de la cama y salgo a correr. El gorro, el forro polar. El frío me golpea, mejor que un café. Cruzo un canal, nadie en el puente. Nadie me saluda, nadie me conoce aún. Ayer me crucé tres "Miki!", en el ferry que separa el bosque de la ciudad en mi pequeña parecela de mundo. El tercero solo paseaba en bici. Y frenó, encantado de verme, solo para saludarme, alguien a quien creía que era indiferente,haciendo grandes esfuerzos por hablar en inglés.

Anoche no dormí, de tanto observar la bruma que, como un velo árabe, oculta la belleza de unas estrellas, que el cielo de Amsterdam se guarda para sí, con celo, o con miedo. Quizá se sabe insuficiente, y su autoestima naufraga entre las copas que le sirve la luna, cuando sabe de toda la gente que pasa por su carismática ciudad... y se marcha. La gente que busca una vida entre sus coloridos edificios... y se va a construirla en otro sitio.

Pues eres una ciudad falsa ¿verdad? Sabes que perteneces al mar sobre el que te has asentado. Como la Atlántida, un mito con aires de realidad. Quizás incluso, solo te forme la vehemencia de esas nubes de humo que encierran la niebla de todo un Londres en tus coffeshops. La imaginación de todo el que te fuma, buscando desesperado su hogar, creyéndose Jesucristos caminando sobre las aguas, construyendo sobre las aguas.

Un mar de sensaciones me corta el rostro, me cruza el viento, empapado de lágrimas invisibles, que solo descubro bajo la luz especial de las farolas. Pero ya no hay farolas, y y se ocultan, evadiéndose de mi percepción visual. Mis listas de canciones, mis proyectos, mis tablas de entrenar. Mis estudios, el trabajo, las ausencias. Todo queda en el suelo al volar, ahogándose en la niebla de ensueños que forman por pura fuerza de voluntad tus canales.

Las cuatro de la mañana de nuevo, tirado en el suelo de la habitación. Y es todo poesía. La noche frenando los relojes hasta pararlos en el vaivén del sueño, que llega como una barca sin tripulante a mis costas, virando errática en la mar.

Mi cuerpo dibuja figuras en la alfombra, duendes de lluvia golpean la ventana con entusiasmo, plantando su melodía en mis brazos estirados, desmadejados, desorientados de mi cuerpo en la oscuridad de la noche. Mientras, un ruiseñor canta las proezas de la nada objetiva que invade este pequeño espacio de suelo. Y sueños que no me pertenecen invaden mi mente, en las dulces canciones que iluminan mi desaparición dentro de la alfombra.

19-11-15 ArGoS

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