Si la
suerte echada me condena
al
agridulce desamor, purpúrea
melancolía,
escarcha que abrasa,
¿
alternativa, acaso, me queda
a esa
máscara, sonriente y pétrea
con la
que unirme al eterno baile?
Quizá en
medio de la noche, cansado,
esnife
una raya de soledad,
abrazando,
cobarde, Su cuerpo,
ritmo de
una música del pasado,
que
arrulla o masacra a su compás
mi
corazón, marcado con Su nombre.
Bebiendo
el vino de la poesía
en la
esquina de una noche de invierno,
envuelto
en besos viajeros del tiempo.
Brindar,
honrando a una sombra impía,
viéndola
en sueños, dormido viviendo,
( aún
amándola, bajo el antifaz).
Marchito
marido de la tristeza,
amante
de la prohibida esperanza.
Pero, ¿y
Ella? Muerta está, muerta.
Mas
cierto que descansaré en vileza
si no
bajo al infierno a rescatarla
o
expulso su veneno de mis venas.
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