jueves, 14 de enero de 2016

Bóreas


La última balsa de irrealidad
abandona mi pequeño navío,
hinchando su vela de tela
hacia un sol poniente.

Solo, abrigado por el frío,
soy un capitán preguntándose el rumbo.
La lluvia cubre de charcos mi brújula,
ya rota de por sí. A veces, en la noche,
creo predecir una secuencia que me guía,
aunque solo son señales erráticas.

Aun así, a falta de otra mejor,
pongo todo el carbón en la caldera,
y despliego el velamen con optimismo,
dispuesto a engancharme al primer viento
que sople dentro de mi conciencia.
Por ahora, me deslizo con suavidad,
dejando una estela de humo
que se arremolina entre las nubes,
ensuciándolas como en un sueño,
que habrá de desaparecer
con mi barco en alta mar.

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