Frías cayeron las plumas bajo el viento aterrador,
como perlas virando, casi invisibles en el cielo gris.
Rojos nubarrones de atardecer cubrían la ciudad.
Y en la escarcha aferrada a sus aceras, las farolas
resquebrajaban, tenues, la tristeza helada a capas.
Mantened los farolillos encendidos, habitantes de Madrid,L
cuando la sombra de la larga noche invernal se cierna,
hambrienta de latidos, y la tormenta arrase, azarosa,
los cuerpos que ayer mismo heredamos de la tierra.
Cuando vengan sus ojos a posarse, no dejéis que se apague
el fuego del hogar. Yo lo hice, y nunca ya volveré a encontrar
mi alma errante, náufraga que vaga perdida
entre la nieve y la oscuridad.
27/7/16 ArGoS
El fuego del hogar nunca se apaga en realidad.
ResponderEliminarDe las brasas renace un fuego aún más vivo, cuando llega el momento.
Los caminos a veces son laberintos antes de mostrarse.
Un abrazo grandote, alma errante.
Te quiero.
Te quiero 😋
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