lunes, 8 de septiembre de 2025
Meteorito en el salón
Mis dedos se extienden como trazos de vespertina luz, forman alas cobrizas, que me elevan ligero entre los pisotones de un sol ártico, eterno, que abraza con su frío brillo nuestra nívea estela.
Vamos a hundirnos en las nubes y a bañarnos desnudos en estos sentimientos que colman mi cabeza de dulces árabes y zumos de colores. Nadaremos en este néctar de color albaricoque, sabor a hirchata y consistencia de espacio sideral, chapoteando entre las estrellas que se abalanzan al interior de tu boca al sonreír.
Mi propia risa escapa de sus esclusas, destrozando los grises diques de pesado hormigón que aplastaban mi garganta.
Hablemos más en la lengua de las bestias, sobrevolando este arcoiris de sensaciones, sobre los campos de estaño que me prometen estío y suave brisa tumbado a tu lado, brillante compañera de fuego, de destellos dorados y poderosas alas de cóndor.
Mapas incompletos
Y de pronto vas al colegio tú sola, y yo recojo hierbabuena a la orilla de un riachuelo.
Tú juegas a juegos vedados a mi vista, con una amiga nueva en una casa desconocida.
Yo, de madrugada, regreso de adorar a una diosa pantera sobre su altar de cáñamo y marfil.
Y me pilla por sorpresa una sonrisa, una pelea de almohadas, informal, o un "para-pared" (más formal), mientras resuenan en mis oídos tambores de libertad que creía enterrados para siempre en el santuario que te construí con mis huesos.
Tambores lejanos que me llaman como siempre me llamaron, y cuyos ecos ahora me veo persiguiendo en medio de la noche, por el monte, bajo una luna llena de expectativas, y como si fuera un sueño, a tu lado.
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