lunes, 18 de enero de 2016

Anestesia

Me balanceo boca abajo.
Me cuesta horrores pensar,
me da pereza.
Tu voz se derrite 
en susurros calientes,
descosiendo las pocas sinapsis
que aún despiertan en mi oscuridad.

Ellos también se balancean,
me miran con odio congelado.
Me rompéis con la mirada.
Estoy cansado de columpiarme,
de escribir y no actuar, de fingir.
De que mis huesos me hayan extraviado.
Del deseo de perderme en tus caricias,
en mi ego despechado, maltratado
por ser tan cómodo y malacostumbrado.

¿No me dejarás morder el polvo?
¿Me abrazarás con ocho piernas 
mientras me abraso?
Mientras me devora la luna,
formando atardeceres de esperas,
royendo mis restos anestesiados.
Los arranca de tu luz ante mis ojos inertes.

Y me cazas, y me dejo atrapar.
Y desaparezco como una pieza de carne
que devorases a mordisquitos, a besos,
abandonándome moribundo y palpitante
en la telaraña de la que oscilo,
para terminarte otro día
los bocados que me quedan.

Al irte se rompe tu hechizo,
y miro a otro de tus insectos drogados,
febril, obsesionado con que acabes
de masticarlo antes de picotear,
golosa, el nuevo manjar.
También me odia.
Y me odio por no resistirte,
por quedarme pendiendo,
caótico, pasivo, desordenado
en la red de tu encanto,
intoxicado por tus sonrisas
llenas de sueños.

Cuando solo desee que te deleites
en mi lenta desaparición,
¿buscarás, aburrida, una nueva mosca?
Con sabor a emociones en la sangre,
cuando aún no sepa su alma
a rendición y a locura.

jueves, 14 de enero de 2016

Bóreas


La última balsa de irrealidad
abandona mi pequeño navío,
hinchando su vela de tela
hacia un sol poniente.

Solo, abrigado por el frío,
soy un capitán preguntándose el rumbo.
La lluvia cubre de charcos mi brújula,
ya rota de por sí. A veces, en la noche,
creo predecir una secuencia que me guía,
aunque solo son señales erráticas.

Aun así, a falta de otra mejor,
pongo todo el carbón en la caldera,
y despliego el velamen con optimismo,
dispuesto a engancharme al primer viento
que sople dentro de mi conciencia.
Por ahora, me deslizo con suavidad,
dejando una estela de humo
que se arremolina entre las nubes,
ensuciándolas como en un sueño,
que habrá de desaparecer
con mi barco en alta mar.

Postoperatorio


No te necesito, aún siendo mis huesos.
El día me arrastra como a un periódico,
que cobra vida para revolotear por la calle sucia.

Aún siendo mi esqueleto, puedo seguir sin ti.
Oigo mi corazón al parar un momento,
y sé que mi cerebro no puede engañarme más.

No voy a morirme porque te vayas lejos.
El conglomerado de músculo y vísceras que soy hoy
sabe arrastrarse bajo la lluvia que escupiste ayer.

Y no voy a llorar tu ausencia, siendo tú mi calavera,
mas las lágrimas no tienen donde apoyarse
y se deslizan como ríos de sangre por mis mejillas.

No voy a pedirte que vuelvas, mi mitad, mi solidez,
aunque el asfalto queme más de lo que podría imaginar,
mientras me muero por seguir tus huellas hasta donde estés.